domingo, 13 de septiembre de 2009

Reconstrucción de la ausencia


“ ...para mí está más cerca lo distante
que este presente lugar. ”
Mário de Sá-Carneiro.




TU DISCURSO
universo encendido
expande vocablos
y te letra
una a una
en cada estrella que se opaca.

UNA MULETA  va cojeando en cada insomnio
de tu talle
apura su punta la astilla haciéndote extranjero 
en un rincón confuso de tu propio retrato.
Largo viajero en calendario de raíles circulares.
El frío tiembla tu pulso y tu sonrisa
caleidoscopio de un cometa
cuando cortas contra el cielo la ceniza
anuncio de raídos caseríos avistados desde barcos 
                  [abiertos en abismos forestales.
Fuego a gritos de un estéril artificio en la chimenea
Cada sílaba confunde su destello
articulación de prótesis la luz
extingue y sacrifica su chasquido al rumor 
de un eco fúnebre.
Se zanjaron las fábulas con la belleza.
Cada lugar tuyo que pisaste se nubla
cada tacto.
Los médicos también se fueron apagando atrás 
como tus gafas
parcelas desiertas que amordazan la sombras 
del dosel.
-Estoy cansado- dices al último desliz 
de tus zapatos.
Dejaste caer las armas sobre el tablero 
de ajedrez
después tu dama de horizontal figura.
La única puerta posible que ofrece el miedo
es la aceleración constante de los días
el refugio del tedio su droga su mitiga.

Así rueda contigo encorvada la rutina.

Tu dentadura asoma una ironía desteñida ya 
como el cabello
oxido de recuerdos finos
polvo apenas pardo deslizándose.
Y hay preguntas tejiendo el sentido de su drama
goznes que rumian el rencor de algún encuentro
en un antiguo baile susurrado.
Encierras la razón y sabes que no volverá
el nombre inútil de tu cuerpo habitado 
a levantar el alba
que no implorarán más tus manos vegetales
que se han mudado los escenarios 
que mientras tanto fuiste
que se fugó el otoño monosílabo como 
una piedrecilla que se hunde en el mar.
Después del último sol 
sólo el recuerdo brillo queda
y una mueca retorcida espera quieta 
la sonrisa con que amaste.

Vestigio entumido tu aliento de labios 
que ya no convencen.

El silencio denuncia cada una de tus canas
cáliz de la semejanza
    con todo cuanto existe
Nada puede teñir el desencanto.


La lámpara nocturna en tu cabecera 
ondea su flama
y con ella tu habitación entera.
Así tiembla también la llama de tu vida
turbando el aspecto de lo que ilumina.


Anduviste curioso por tu temprana madriguera
¿lo olvidaste? Aprendiste.
Hinchaste un sueño. ¿lo olvidaste?
Palpaste la belleza por las obras y la deseaste así.
Lo olvidaste.
Después hiciste tuya la resignación real
y te alejaste lo mejor posible del dolor.
Vienes a sentarte aquí para hacer presente
pero otras latitudes apuestan por tu brújula
ahora que todo ha sido hecho o maniatado.


No te reconocen ya ni tus propias uñas amarillas
ni el río artificial agradecido de esa silla de ruedas
ni los familiares que con los domingos vienen.
Detén con una sola atención 
la distancia de las horas
y recuerda:
la lluvia no repite a una sola de sus gotas.


Empuñas la duda y su bastón cava 
peldaño a peldaño un ladrido
mientras desciende la noche.


Dime silente guarda de tus frustraciones
cómo has podido heredar un implante.


Sus gestos y muecas te fueron
revelados en fragmentos.
La primera vez un parpadeo años después 
una sonrisa
con el tiempo un pliegue de pómulo
un verso arrugado de piedad.
Para dejar de verlas has decidido reconstruir 
el rostro
a tus ausencias.


Mísero. Vencido fuiste en la lucha.
No bastaron los colmillos de tus manos 
para guardar las lunas
ni sus brillos
-fieles roces-
que han perdido su refugio en el lago.

Algún faro viejo amigo
te llevará al sueño desde la luz apagada 
de tu mesa de noche.

Sólo la muerte
borradura divina de tu eterna derrota.


Eres un susurro de dientes postizos.
Y yo ahora comienzo a reconocerte.


Tu olor alcanforado se mueve todavía 
por la casa
trayéndote de la mano.
No pasarán más las cuentas del rosario
no más sábanas a las que quitar el amarillo
el letargo de tus pantuflas rozando la madera
no tallará ya la travesía de la cama a la ventana.
Cuántas horas ahí mirando
y yo dejándote 
como cualquier cosa que pasa.


No es la necedad que hiende tus arrugas
ni tus muecas al oído ni tu sueño de las seis
ni es tu risa de niño tampoco
que no entiendo
cuando de noche oyes un gato.
Es lo que fuiste
como el verbo
 tiempo ha
el paisaje entre las cejas aún pobladas
los tigres al sol y los caparazones rotos.


Busquemos hielo juntos en las ruinas del fuego.

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