La lectura de los periódicos, siempre penosa desde un punto
de vista estético, lo es con frecuencia también desde el moral, incluso para
quien tenga escasas preocupaciones morales.
Las guerras y las revoluciones –hay siempre una u otra en
curso- llegan, en la lectura sobre sus efectos, a causar no horror sino tedio.
No es la crueldad de todos aquellos muertos y heridos, el sacrificio de todos
los que mueren batiéndose, o son muertos sin haberse batido, lo que pesa
duramente en el alma: es la estupidez que sacrifica vidas y haberes a cualquier
cosa inevitablemente inútil. Todos los ideales y todas las ambiciones son un
desvarío de comadres hombres. No hay imperio que merezca que por él se destroce
una muñeca de niña. No hay ideal que valga el sacrificio de un tren de
hojalata. ¿Qué imperio es útil, o qué
ideal proficuo? Todo es humanidad y la humanidad es siempre la misma –variable
pero imposible de perfeccionar, oscilante pero improgresiva . Ante el curso
inimplorable de las cosas, la vida que tuvimos sin saber cómo y que perderemos
sin saber cuándo, el juego de diez mil ajedreces que es la vida en común y en
lucha, el tedio de contemplar sin utilidad lo que no se realiza nunca ☐ - qué puede
hacer el sabio sino pedir el reposo, el no tener que pensar en vivir, pues
basta tener que vivir, un poco de lugar al sol y al aire y al menos el sueño de
que hay paz del otro lado de los montes.
Bernardo Soares