miércoles, 28 de octubre de 2009

Konstantino Kavafis

Cuando emprendas tu viaje hacia Ítaca,
ruega que tu camino sea largo,
y rico en aventuras y experiencias.
Ni a Lestrigones ni a Cíclopes
ni a la cólera de Poseidón temas.
No verás tales seres en tu camino
si tus pensamientos son altos,
si tu cuerpo y tu alma
no se dejan invadir por turbias emociones.
No encontrarás a Lestrigones
ni al Poseidón colérico
si no lo llevas en ti mismo,
si no es tu espíritu quien los presenta.


Ruega que tu camino sea largo,
que inumerables sean las mañanas de verano
que (con cuánta delicia!)
llegues a puertos vistos por vez primera.
Haz escala en los emporios fenicios,
y adquiere bellas mercancías:
coral y nácar, ámbar y ébnano
y mil obsedentes perfumes.
Adquire cuanto puerdas de esos lujosos perfumes.
Visita numerosas ciudades egipcias,
e instrúyete ávidamente con sus sabios.
Ten siempre a Ítaca presente en tu espíritu.
Tu meta es llegar a ella,
pero no acortes tu viaje;
más vale que dure largos años
y que  abordes al final a tu isla
en los días de tu vejez,
rico de cuanto ganaste en el camino,
sin esperar que Ítaca  te enriquezca.


Ítaca te ha dado un deslumbrante viaje:
sin ella, el amino no hubieras emprendido.
Mas ninguna otra cosa puede darte.


Aunque pobre la encuentres,
no hubo engaño.
Sabio como te has vuelto
con tantas experiencias,
comprenderás al fin
qué significan las Ítacas.