Los sueños, como los recuerdos, son las playas hacia las cuales remamos para escapar de los mañanas idénticos y de su jactancia inútil; pues los días que no pueden expresarse son grises y fríos. Días mudos cuyos gestos desordenados nos desgarran.
Tengo la impresión de que me muevo a la sombra de las sílabas, en esas regiones que anteceden a las confidencias, en las que la lengua aún no tiene la posibilidad de responder a la llamada del pensamiento; en esas ciénegas en las que, cada vez que respira, puede uno hundirse en la arena.
“Hay que aguardar a veces años, decía Reb Tain, hasta que el minuto que nos marcó recobre su voz; entonces, habla sin que ya podamos detener el curso de sus palabras.”
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